Esa noche, fuimos uno.

Desabrocho el primer botón de su camisa, una corbata azul interrumpe el desabrochado del segundo botón, se saca salvajemente la corbata, rompe todos los botones de su camisa, abajo, una sudadera. Dirijo mi mirada hacia el cierre de su pantalón, el cinturón de cuero aprieta su pelvis, para ayudarle, le saco el cinturón con gran delicadeza.
Tomo sus manos, y siento su calor interior. Tomamos vino de la misma copa, y lo compartimos desde nuestras bocas. El vino es más delicioso. Un florero en el velador pasa a ser nuestra fuente de exitación, las rosas rojas se rompen con la fricción de nuestros cuerpos.
Mi turno de quitarme la polera, los zapatos y demases. Él, con su hermoso cuerpo, y sus cautivadores ojos, se para en frente mio y me llama a actuar. Timidamente me acerco a sus carnosos labios rosados. Mis manos quedan inmóbiles, sin saber qué hacer. Me toma con sus fuertes manos y me abraza, como un bebé que bebe del seno de su madre, me quedo en un estado de seguridad nunca antes vivido.
A partir de ese momento, las cosas que pasaron son indescriptibles, eso es imposible de explicar, dificilmente podría expresar mis sentimientos y compartirlos con los demás. Como dice Arjona, basta con resumir que le besé hasta la sombra.
Esa noche fuimos uno.

(MMMMM, esta historia no es real, es solo producto de mi imaginación).