La Ciudad Inclinada

A veces me pregunto si Santiago tiene un conjunto de características propias que inciden en la estructura anímica de sus habitantes. Sin duda es una interrogante difícil de responder. Ahora estamos sumergidos en la segunda mitad del invierno, se suceden lluvias nocturnas y días helados. No tan helados como los de hace 15 años atrás, cuando el pasto ylos techos de los sectores urbanos amenecían con una capa de escarcha y losmadrugadores sufrían el flagelo frecuente de los sabañones.
Es posible que la presencia del Mapocho haya influido psicológicamente en nosotros através de los años. Me parece que lo miramos y lo consideramos más de lo que estaríamos dispuestos a confesar, y que nos devuelve una imagen de incomplenitud. Es una corriente sucia y escuálida que no alcanza a imponer ante nosotros una condición metafisica. Mirando al Mapocho, sin actividad, o más bien sin rió. Los habitantes de Santiago estamos carentes de rio y, por lo mismo, poco fluidos, reconcentrados y de ideas de corto alcance. Creo que la mayoría de los santiaguinos no sabemos qué pasa con elmapoche más allá de la estación. Inferimos, eso sí, una profusión de islotes mochos, algún vivac abandonado, alguna planta de tratamiento de aguas, plantaciones de lechugas con tifus, cercos de púas protegiendo pedregales que no querríamos visitar. Pero cuando leo "Sweet Thames", el Támesis, cruzado de barcos erranres ocupados por familias voluntariamente para huir del contagio, un cuadro extraño, fantasmal. De la historia del Mapocho tenemos otra clases de escenas: competencias de piedrazos entre los peluzones de la Chimba y los de la ciudad. Cadáveres no amablemente arrastrados por las aguas, sino machucados hasta lo irreconocible por las piedras del fondo.
Otro asunto es el declive pronunciado sobre el cual se ha construido la ciudad. Quizás este pie forzado geográfico nos ha hecho creer que la vida consiste en un permamnente escalamiento, y que si uno se queda quieto corre inminete peligro de rodar. "Rodar" se le llamaba en los tangos a la caida social y moral de los sujeto, generalmente a causa de las exigencias económicas y posterior desprecio inflingidos por una mujer de sentimientos venales. Las clases locales pudientes han estado desde hace décadas subrayando este concepto, en la medida que periodicamente han trasladado sus barrios unos cuantos grados más arriba. En la parte céntrica donde se vivió a principios del sglo XX hoy han sido rescatadas del deterioro por la nuevas universidades, se han llenado con risotadas juveniles y los bocinazos como músicva de fondo.
Da un leve escalofrío quedarse un rato estas soledades. Donde hubo intimidad, sensación de seguridad, afectos y dramas familiares hoy no hay más que chiflones y el polvo frío de las tablas de piso, si es que no han sido arrancadas de esas casas santiaguinas, que muchas de ellas son hechas de adobe y el segundo piso está desolado, por los buscadores de despojos.