Amor, soledad y muerte

Ameneció aquel día más tarde de lo normal, un verano de 1985, los gritos de una mujer producto de las contracciones, un hombre orgulloso sacando pecho con sus amigos reunidos en la esquina del pasaje, unos ancianos felices con sus cabellos blancos rebozantes de alegría, unos tantos vecinos espectantes.
Aquel sábado de verano de 1985, a las 12 del día una nube negra cubrió las calles de ese retirado pueblo de Chile, las sábanas blancas, agua hervida, y en una habitación llena de autitos, pintada de azul, balones de futbol, y uno que otro juguete; se encontraba la mujer a punto de parir, y una señora de manos arrugadas y frías, todo listo.
2 horas gritando la mujer en posición horizontal, la mujer de arrugadas manos le gritaba con fuerza :"Puja". 3 horas y las sábanas cubiertas de un líquido rojo, el bebé lloraba con energía, la señora con sus arrugadas manos bañó a la criatura y dijo: "Es una niña". La madre la tomó con sus manos tiritonas, y una sonrisa de amor se dibujó en su cara, el padre entró a la sala, y una sonrisa se dibujó en su rostro.
La madre dejó a su hija en la cuna de colores azules, y el padre buscando cosas para cambiarlas, los balones reemplazados por muñecas, los autitos por coyares.
Una semana de vida, y la dieron en adopción. La niña padecía de Símdrome de Dawn. La niña vivió una semana terrible con sus padres, pues no probó la leche materna, ni recibió cariño alguno. Hoy la niñá a los 22 años se lanzó de un cuarto piso, por un amor, por un amor no correspondido. El funeral, más corto que ha existido, un par de velas apagadas y sobre una cama tapada con una blanca sábana, llueve. En su trayecto para llegar bajo tierra, solo un pétalo de flor adornaba su muerte.