miércoles, 10 de septiembre de 2008

Sonrisas que quieren ser abrazos.

Me gustaría hablarles de ella, desde la abrumadora distancia que nos separa y desde la complicidad cotidiana que nos une. Como si este aire nocturno y fresco no me trajera su aroma, como si no dijera su nombre en cada verso, casi sin despegar los labios, como si no me acompañara siempre su voz, como si la ternura no estuviera siempre vestida con su ropa. Me gustaría decirte cómo le extraño y cómo cierro los ojos y disfruto (lo dice una canción), echándole de menos…

Septiembre se adormece, vuelan las preguntas, huyen las respuestas y sigue este sueño, dormido y despierto, revoloteando entre mis versos. Quisiera decirte cómo es, ríe y dibuja con su sonrisa un nuevo sentimiento en mi corazón, cuando digo su nombre y pienso que la quiero, con todas las letras, y suena a piropo, y sabe a café, sólo para mí, porque nadie sabe, porque nadie entiende este mundo nuestro hecho con besos de papel y miedos pequeños que se enredan en las piernas y sonrisas que quisieran ser abrazos.

Quisiera contarte, desde esta ventana, a la que se asoma sin verme los ojos, cómo sería la primavera si ella está a mi lado, cómo me descubro siguiendo sus pasos, cómo soy el cómplice de esta luz que alegra los días, los meses, los cajones, las palabras que nos regalamos, y escondemos, y rompemos… Quisiera decirte cómo es de bonito sentirme a su lado y escuchar su voz, cercana y amiga, saberme esperado, saberme querido, aún en la distancia de años y años sin saber que estaba, sin saber quien era… Mirar el reloj, escuchar atenta sus pasos serenos, mirar la sonrisa, retenerla acaso y detener el tiempo. Luego, recordarla en silencio, ya de madrugada, y convertirla en versos… Quisiera decirte cómo le echo de menos, cómo no se aparta de mi pensamiento y se queda quieta, enredada en mis párpados, en ese momento, de creer en las hadas, entre la vigilia y el sueño.

Te podría hablar, si no fuera un secreto, de sus manos frías que sólo rocé un momento, y de todo el miedo, como un muro de piedra que obliga al silencio. Pero la memoria no calla, recuerda, como yo recuerdo todas las palabras…, las leo y releo, temblando y sonriendo, tarareo canciones que, a través del tiempo, nos dibujan y dibujan este clandestino y sin embargo inocente sentimiento.

Ese miedo que nos deja sin aliento, que nos calla y nos detiene, que nos aleja a veces, que nos une sin remedio, que nos persigue y nos muerde… Quisiera contarte cómo es ese miedo, pero se me escapa, porque ella lo custodia, vigila y protege, no lo deja fuera, lo esconde, lo aleja…, y en un arrebato de luz en sus ojos, cuando nadie mira, miro sus ojos, y tiemblo, y sonrío, y digo su nombre, todo con mayúsculas, sin punto al final, sonando a «te quiero». Quisiera detener los pocos minutos que puedo abrazarte y mirarte a los ojos.

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"ALGÚN DÍA VEREMOS EL SOL"