sábado, 16 de julio de 2005

Santiago, a la hora de los jard��nes h��medos

El amanecer en el verano es de esos momentos en que uno parece entender profundamente el mundo en el que vive. Nada de lo que aparece ante nuestros ojos mientras caminamos por la ciudad se revela como discordante o fuera de lugar. La perspectiva de las calles por las que uno cruza, se pierde en una especie de nubosidad iluminada a��n por los faroles y camuflada entre los ��rboles. El ajetreo de la vida activa reci��n empieza a insinuarse en las panader��as y en las micros que se aproximan desde lejos, lenta pero calladamente. Sobre los puentes del Mapocho se dispersan las gaviotas en vuelos circulares. El cielo tiene el color del acero y la luna una irradiaci��n primitiva.
Santiago, en esas circunstancias, parece una ciudad imaginaria, sobre todo para el transe��nte que acaba de salir del sue?o. Es de hecho, otra ciudad, tan distinta a la que se impone horas m��s tarde con el sol cenital, el tierral, las emisiones t��xicas, los ladridos, las aplanadoras, los atropellos. As�� como hubo, en otro siglo, complicaciones del ��nimo que se entendieron como males de ��poca, hay una pesadez existencial que podr��a denominarse ��cansancio de Santiago��. Cansancio de Santiago, de ir a Providencia, de volver del centro, irritaci��n del roce, de la hora peak, de la sobrepoblaci��n, de la dificultad de movimientos. Un s��ntoma claro es esa pel��cula de polvo negruzco que se adhiere en la cara como recuerdo de la realidad.
Sin embargo, existe esa compensaci��n: el amanecer y las noches, situaciones en las que la fealdad y el apremio se diluyen por el encantamiento. Las noches, particularmente, operan como una extensi��n de la conciencia. En los barrios ocupados por edificios de departamentos se escuchan ruidos remotos, la m��sica y las risas de una fiesta juvenil, la apertura de una puerta, los gritos sofocados de una mujer presumiblemente entregada al orgasmo. Esto ��ltimo es como una insospechada alegr��a de ��ltima hora: la constataci��n de que a pesar del aparente apocalipsis cotidiano, la gente sigue haciendo lo que ha hecho siempre, cosas esenciales y desprovistas de discurso. No me refiero al borracho desesperado que sale de los locales nocturnos despu��s del cierre y regresa a su casa expectorando un alegato incomprensible. No, no hablo de seres angustiados. Todo lo contrario, pienso que a esas horas habr��a algo as�� como la posibilidad de una redenci��n, una promesa de intimidad y de lucidez.
Es posible que todo esto sean s��lo especulaciones fantasiosas. No s�� nada sobre motivaciones de los que se mantienen despiertos en la mitad de la noche. En esos departamentos que uno ve con las luces prendidas en lo alto de un edificio oscuro, podr��a perfectamente representarse un drama de traici��n, de desesperanza o de agon��a.
Los que nos debatimos al lado de ac�� de la l��nea de la supervivencia, no podemos realmente calibrar al car��cter infernal que puede adquirir en ese trance el paso del tiempo. Me han dicho que las horas y los minutos no se detienen, sino que se enroscan, describen espirales, se desordenan. Son cosas en las que a nadie le gusta pensar. Si no entendemos nada de la vida tal como se nos presenta, menos entendemos de ese tr��nsito final que emprenden quienes deciden abandonarnos. El abandono mismo resuena como un aullido relleno de estopa.
Est��bamos en el amanecer, en el viento fr��o que limpia los pensamientos, en los jardines h��medos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Wonderful and informative web site. I used information from that site its great. Online payments documents is mike myers gay Rose noire fragrance lamborghini replica turnkey Card driver graphic hercules Oldsmobile 455 buildups

"ALGÚN DÍA VEREMOS EL SOL"