
Mientras disfruto pl��cidamente el humo azul de un habano, metido en la tina de ba?o y embebido por completo en la lectura de las sagas del rey Arturo, escucho tres fuertes golpes en la puerta de la casa. Abre mi madre Ginebra, que me anuncia la grata visita del grand��simo demon��logo y librero anticuario Carlos Diaz, quien me invita a cenar al restaurante Lancelot, reducto de escritores y otros buscadores del Santo Grial, ubicado en plena avenida Providencia, cerquita de Manuel Montt.
Me seco a toda carrera -sobre todo las partes pudendas-, me visto a la misma velocidad y sigo ciegamente a mi buen amigo hasta ese merendero cargado a la leyenda medieval y a la buena mesa como hay pocos en Chile.
Apenas ingreso al local, doy a boca de jarro con una garzona curvil��nea, de cabellera pelirroja, diab��licamente sabrosa, que no puede ser sino una encarnaci��n del Pr��ncipe de las Tinieblas. El asunto se pone aun m��s bueno -vaticanamente rico, podr��a decirse- luego del segundo pisco sour, brebaje que otra bella encarnaci��n de Belceb�� prepara de manera excepcional. Y se convierte definitivamernte en el para��so cuando me llega una corvina a la oliva cuyas firmes carnes vienen cubiertas por un manto aceitunado que ondula despacito, como si se tratara de un delicado neglill��. Cosa seria, muy seria, es esta corvina del Lancelot, que ci?e sus amables carnosidades blanqu��simas y sabores del Pac��fico con esa lingerie levemente amargona de la salsa de aceitunas: el pescadito me baila como una odalisca al son melodioso de un Medalla Real seco, bajo la presi��n justa del tenedor.
El demon��logo Diaz me habla de alg��n tema que me cuesta seguir, mientras se administra a s�� mismo el viejo y chileno sacramento de la parrillada, donde no falta nada. Aquieta las presas con un Casillero del Diablo, del que bebe en forma torrencial, como si lo fueran a fusilar a la salida. Al observar sus movimientos, me baja flor de envidia y en seguida pido para m�� solo una parrillada para tres, la que me llega galopando junto a un jesu��tico Misiones de Rengo, que de inmediato se me encabrita en la boca. Aaah: c��mo borbotean de colesterol las ricas carnes y los sabros��simos interiores en el peque?o infierno del brasero.
Una de las diablesas me vuelve a llenar la copa, y segundos m��s tarde, cuando me sirve unas confituras bien regadas por un Last Harvest, me baja un deseo inconfesable que s��lo consiguen aplacar las imprevistas palabras que me dirige el demon��logo Diaz. "He hecho un pacto con el Cola de Flecha, quien me ha dado esto por mis servicios", me dice, mientras saca de su morral un botell��n del ��nico pisco verdadero que existe en la Tierra: un peruan��simo Demonio de los Andes, del que damos buena cuenta, tranquilitos, en torno a la espl��ndida, surtida y redonda mesa del Lancelot.
3 comentarios:
santiagooooo!!!
estamos aki con antonio desde la biblioteca..., no leimos tu texto por ke es muy largo..., y no tenemos tiempo..., pero yo te posteare algun dia...
nos vemos en 15 min mas en el colegio para ke ensayen la webada del quijote
antonio se pel�� la foto de checho con bigotes stylo efren parra
nos vemos
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