
El Mañungo tosía y tosía, por eso en la pichanga casi nunca lo ponían. Todos los días mientras jugábamos, él desde afuera nos tiraba la pelota cada vez que caía fuera de la cancha. Durante todo el partido tosía y tosía, por ello en la pichanga casi nunca lo ponían. Mis amigos le insultaban y no lo comprendían, decían que era muy flaco y que para chutear no servía, solo yo le entendía.
Un día que me agarré, el estuvo conmigo, a puñete y puntapiés me ayudó como pudo e incluso aguantó más que yo, la paliza que nos dieron entre todos, a los dos.
El Mañungo era mi amigo, y por eso lo recuerdo, sin pensar cuando llegó el día que se lo llevó aquella tos. Y cada vez que jugamos lo veo a él, con la mirada a gachas, las manos en la espalda, la pena disimulada y diciendo con la mirada y casi a punto de llorar: “Muchachos, pero que pasa yo también quiero jugar”.
3 comentarios:
oe juanin, tan terrible wenas las cosas q scribes, sigue asi wn
si sacaras 1 libro te aseeguro q me lo compraria, teni pasta pa esto wn
yaop saludin perro q ti bm
adios!!!!!
wena compare me gusta su foto estas vacas mucha reflexion ..pensamientos recuerdos ..tantas cosas q he vivido .. oo q situaciones la cago pero me sirvio muhco este tiempo jaja pa mi fue una eternidad la cago ya hermano ojala q salga too bn de lo q qeda del año se me cuida mucho nos vemos mañana aio un abrazo a la ditancia ..
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