No hay cómo salir de casa con el olor a pan tostado, y que al estar fuera recibas ese golpe de aroma a tierra mojada. Hoy por la mañana se conservaba ese típico color de la noche, esa mística nocturna donde la gente realiza actividades desprovista de discurso, pero hoy por la mañana se salía a la rutina. Que hermosa escena salir de casa y sentir cómo las partículas a baja temperatura atraviesan los ropajes para recordar un pedazo del sur, no recordaba por qué me gustaba tanto el invierno.
El invierno me hace estar en una especie de estado de limerencia, una sensación donde la glándula pituitaria te regala un cóctel de hormonas que hacen parecer un idiota cubierto en dopamina y oxitocina. Junto con el Cielo mis sentimientos cambian de color al sentir esa agradable textura del olor a la tierra y pavimento húmedo, y atraviesa mi olfato haciendo que mis sentidos se confundan. Olor con color, sabor y textura si hasta parece que logró visualizar unas líneas de colores tenues que se desprenden desde el suelo e ingresan por mi nariz. Gracias al cielo por regalar esta hermosa escena, a mi paladar se acerca ese suave y al mismo tiempo exquisito sabor de las frambuesas frescas del sur.
Es el olor a la Geosmina.